Calle de la Palma 64
Noviciado

En el centro de una de las zonas cañisticas por antonomasia de Madrid, en Conde Duque, concretamente en la calle de La Palma, Bodegas el Maño compite con otros dos locales situados en el mismo cruce. El Maño es uno de esos bares de arrancada, perfectos para empezar una noche de juerga con unas buenas cañas, vinos y vermus acompañados de alguna que otra ración que prepare el estomago para la rutina posterior.

Con las cañas siempre cae alguna cosita de tapa aunque te recomiendo las aceitunas que están francamente buenas, de las raciones nos gustó especialmente la de patatas paja con queso.

Los fines de semana será difícil conseguir un hueco para hacerte con una chelita, entre semana con paciencia igual puedes sentarte en una de sus mesas y disfrutar de un rato agradable.

El Maño tiene ese toque autentico, de toda la vida, ese aroma a Madrid que tanto se echa de menos cuando vas a otras ciudades más turísticas.

Ya sabéis nos vemos en los bares

Veneras 4.
Callao
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Muchas veces lo había visto paseando por la zona de Santo Domingo, tomando algo en La Tuerta o la primera el Erte. Sin embargo nunca había reparado en este sitio como sitio para tomar unas cañas y no digamos ya para darse un buen homenaje gastronómico hasta que hace poco he ido con mi amigo Jacob ¡nunca te lo agradeceré lo suficiente!

La oferta del sitio es apabullante: funciona como bar; sitio de raciones; lugar donde celebrar bodas, bautizos y reuniones lúdico panceras varias…En su carta hay parrilladas de carne, de pescado, bacalao, cocido de puchero (al parecer una de las especialidades), arroces… Yo me voy a dedicar a contaros mi experiencia del otro día que por supuesto habrá que ir completando con visitas venideras.

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Plaza de la Marina Española, 4.
Plaza de España, Santo Domingo y Opera.
915423895

Me aconsejó un compañero de curro con bastante buen tino culinario, este restaurante al que decidí ir porque me tocaba rascarme el bolsillo y me habían prometido ambiente tranquilo, en lugar acogedor con decoración "moderniki", para degustar un rico y variado menú. No quería equivocarme.

No falló el Polenta, restaurante en el que el servicio es cercano y amable y la comida imaginativa, o al menos, para uno que no entiende, con mezcla de sabores que se unen para dejar un buen recuerdo al paladar, a base de entrantes, ensaladas, revueltos, carnes y pescados (a lo clásico o en modo carpaccio).

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San Leonardo, 12
Plaza de España

Con un viento frío como nuevo comensal, entramos en Casa Matías, uno de esos sitios por cuya puerta había pasado un millar de veces, pero en el que nunca había entrado. Dejado atrás el enorme tablón de madera con el nombre del restaurante grabado, nos recibe un local cuya distribución engaña porque es más pequeño de lo que a primera vista parece. Una inmensa cuba de sidra preside el centro de la sala dividida en dos alturas; cuba práctica a la par que ornamental porque de ella puede uno escanciar la bebida.

Acogidos por un servicio que en todo momento nos hizo sentirnos como en casa, amable, cercano y profesional, tomamos asiento en una de esas mesas de ubicación incómoda porque quedaba justo en el medio de otras tantas, sin una sola pared que sirviese de escudo. No me gustan esas mesas porque según pasan los minutos van cayendo las cañas primero, las botellas de vino después, y las copas tras el postre, y con cada vaso vacío el tono de la conversación sube y se acaba haciendo partícipes a las demás mesas. Ni que decir que la conversación tuvo momentos no aptos para menores, pero qué demonios, era fin de semana.

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Calle Veneras 1, Madrid
Callao

No hace tanto tiempo que os hablamos del Red Bar, todo un clásico de Malasaña que cabría incluir entre esos sitios con encanto que lo mismo nos vale para salir del paso al hambre como para tomarnos unas copas. Hoy vamos a hablaros de otro de estos sitios, un lugar donde miles de veces los cuchareros hemos entrado para tomarnos la primera y hemos salido a las tantas con paso tambaleante. Y es que el Erte es un lugar muy agradable.

Desconozco el horario del Erte, sé que por la tarde ya está abierto y que puedes estar allí tranquilamente hasta las 2.30 o 3.00 h. Lo interesante del lugar es llegar y conseguir mesa (unas pequeñas mesas de mármol) pero he decir que pese a no ser un local demasiado grande no creo equivocarme si digo que lo he conseguido en un cien por cien de las ocasiones.

En el Erte tenemos para comer tablas de patatas abundantes, tostas de buen tamaño (ojo grandes pero no excesivamente baratas, en torno a los cuatro euros), platos de jamón, lomo, queso o tortilla y unas bandejas de huevos rotos con patatas que no se los salta un torero. Una cosa satisfactoria para lo que se le pide al sitio oye.

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Didi ha publicado en su blog una revisión del Boñar que a nosotros nos faltaba no por desconocimiento, si no más bien por pereza, pero puestos a completar la colección este es uno de esos tugurios que sí o sí, deben estár en nuestros archivos.

C/ Cruz Verde, 16. Madrid
Noviciado.

Hace poco comentaba con alguien que hay lugares recónditos de Madrid que no salen en ninguna guía, pero que todo el mundo conoce. El Boñar de León es uno de esos sitios, aunque no sé si para bien o para mal.

Hacía meses, tal vez años, que no me pasaba por allí, pero esta sección de esmadriz! se quedaría huérfana sin un post que hablara de él, así que no tuve más remedio que pedirme una cañita en este -digámoslo sin miedo- histórico bar en cuanto al tapeo madrileño se refiere.

Los meses de verano (y alguno de primavera) el Boñar monta una terracita en la calle que enlaza la Cruz Verde con San Bernardo. Allí se está muy a gusto, aunque las consumiciones son caras y no se aprecia en todo su esplendor el valor que atesora el bar. Esta vez renuncié a la comodidad y me metí dentro, en su minibarra.

El interior es como el de cualquier otro bar de viejos provinciano: máquina recreativa, aperos de labranza y referencias regionales colgados de las paredes, foto del dueño del bar,

Sin embargo, pronto encontramos algunas peculiaridades. La primera es la tapa que sirven con la bebida: una generosa ración, muchas veces de paella, otras de cocido maragato (este más en invierno) o patatas, como tocó esta vez.

El sabor del plato no es el mejor de los posibles, pero las cantidades ingentes lo compensan todo. Como la gente suele decir, "en este bar, con dos cañas ya has comido".

Otro de los complementos estrella son las servilletas, en las que el sr. Boñar asegura que invitará a un viaje a Canarias con todos los gastos pagados (premio muy de los 80) a aquel que se consiga comer de un tirón un cocido leonés. Anticipo desde aquí que la tarea es hercúlea. No lo intentéis si no queréis acabar con vuestro estómago a lo Homer Simpson.

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Fernando el Católico, 15. Madrid
Quevedo.

La Flor de Asturias es uno de esos típicos bares - restaurantes con una decoración impermeable a las modas, que no a los estragos del tiempo, que en un pasado debió tener cabezas de gambas hundidas en el serrín de su suelo.

En pleno centro de Madrid, La Flor de Asturias sería un sitio de los que uno pasa de largo si no es porque alguien se lo recomienda. En mi caso así fue, y hoy bien que me alegro porque es muy complicado encontrar un lugar en el comer bien dentro del maldito mundo de los menús del día.

Los menús del día suelen ser comida pseudo-industrial calentada por alguien a quien el mercado laboral no ha dejado otra salida aún; comida ideal para acabar con el estómago perforado y una lorza recubriendo el cinturón. Sin embargo, aún quedan sitios como este, en el que la comida sigue siendo "de toda la vida", en la que la cocinan de verdad en el momento y con ingredientes reconocibles, sin esas porquerías de salsas que intentan disimular la basura que hay en el plato.

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