Más te digo

Por su culpa me emocionaré. El comandante del porrito y el chulazo del whisky on the rocks. La letra que gana a la música, el mensaje que gana a su cascada de voz cascada.

Pido perdón a todos los que os emocionáis por cosas que no entiendo. Los que lloráis con el Papa, a los toristas, los que van a un mitin político con banderines de un partido. A los nazarenos, a las groopies, los que mandan mensajes a OT, los caza autógrafos, los que dan su vida por una bandera. Me pido perdón a mí mismo por sentirme ridículo llorando por un gol de mi equipo.

Disculpas. No os comprendo, pero no hace falta. A mí estos dos “canallas” en concierto me convertirán en un fulano con la lágrima fácil y sé que tampoco a mí me entendéis. Vienen a mi ciudad. Giran por España. Nos vemos en directo.


Andrés Calamaro y Joaquín Sabina en concierto.

El miércoles asistí a un concierto de violín y piano en el auditorio nacional, dentro de la segunda edición del ciclo de conciertos La Generación Ascendente, promovido por la Fundación Albéniz y la Escuela Superior de Música Reina Sofía.

Al piano, Duncan Gifford. Al violín, Dobrochna Banaszkiewicz. A mí tampoco me sonaban estos nombres, y es normal porque no son intérpretes famosos, sino jóvenes músicos, ganadores de algunos certámenes, a los que se les concede la oportunidad de tocar en lugares importantes. En esta ocasión, la Sala de Cámara del Auditorio.

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es un tipo singular. Sale al escenario y parece que está dormido, que no se entera. A uno le queda la duda de si su “empanada mental” es fruto de una cena cargadita de esas sustancias que tanto busca en sus canciones, o si un lunes por la mañana se comportará de la misma manera. El caso es que con cada uno de sus comentarios, entre canción y canción, Carlos Chaouen se mete al público en el bolsillo.

Anoche tocó en la Sala Galileo Galilei, uno de esos locales madrileños donde se puede escuchar buena música en directo a buen precio, tomando una copa y sentado con tus amigos o tu pareja.

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