Más te digo

El otro día vi Tu vida en 65' de María Ripoll. Tenía ganas de verla porque Lluvia en los zapatos, única película que había visto de la directora me pareció una pequeña maravilla llena de sensibilidad e imaginación. Y sobre todo una peli bonita, que se dice pronto pero es complicadísimo de encontrar.

Esta tiene momentos de hechura cinematográfica de calidad, instantes sensibles, cadencias que apuntan, escenas con la música magníficamente integrada...y ya. Se pretende que los personajes sean gente normal y a fuerza de forzarlo a veces lo que parecen es bastante tontitos y sobre todo el final, en el que por dar coherencia a la película estropea y hunde en la miseria una película que sin esa terrible caída de telón sería una correcta película de amor y tristeza. Mi recomendación es que si la vas a ver apagues antes de la última escena.

Cada año el Oscar honorífico es el primero en saberse, y casi cada edición suele ser la coletilla de la mayoría de los reportajes sobre los Oscar, más emotivo que la anécdota pero sin la importancia de los premios en titulares. El año pasado le tocó al outsider Robert Altman, alguno ha sido un poquillo prematuro, como el de Robert Reford en 2001, y ninguno tan polémico en los últimos años como el concedido en 1999 a Elia Kazan. Si recordáis el auditorio se dividió entre los que se levantaron a aplaudir y los que no lo hicieron en protesta por sus delaciones durante la Caza de Brujas Macartista.

Este año le toca el turno al conocido compositor Ennio Morricone. Su nombre está ligado para siempre a sus principios con Sergio Leone, del que era compañero de colegio. Sus innovadores bandas sonoras para los Spaghetti Western de Leone y de otros le valieron la fama internacional (incluso más que el reconocimiento de la crítica). Quien puede olvidar esos sonidos disonates remarcando la acción de La muerte tenía un precio, la introducción de la armónica o del silbido en una disciplina tradicionalmente tan clasicista.

Los mejores profesionales italianos del momento comprendieron la genialidad de Morricone y se lo empezaron a rifar a pesar de que los estudiosos no entendían la genialidad de aquellos “scores”. Empieza entonces a colaborar con Bernardo Bertolucci, Gillo Pontecorvo o Pier Paolo Pasolini.

La mayoría de sus partituras no tienen nada que ver con el western, algunos desconocen que su nombre es membrete en bandas sonoras tan gloriosas como las de Érase un vez en América, Cinema Paradiso o La Misión, sin duda una de las más conocidas de la historia del cine.

No recordaba que Ennio había trabajado en España, concretamente en Átame de Almodóvar, que le valió una nominación a los Goya en unos premio que no se distinguen precisamente por agasajar a los profesionales foráneos (como bien sabe Storaro).

Para la academia hollywoodiense también ha sido un olvidado y no ha recibido nunca un premio hasta ahora a pesar de sus cinco nominaciones: Días del cielo (1978), La misión (1986), Los intocables de Elliot Ness (1987), Bugsy (1991), Malena (2000). Los Globos de Oro sin embargo demuestran una vez más que suele dar galardones más inteligentes, y aquí si ha cosechado un par de trofeos.

Sin duda el maestro no necesitaba este premio para estar en el panteón de los grandes junto a John Wiliams o Henry Mancini, pero lo daremos por bueno como reconocimiento a un tipo que revolucionó la parcela del cine en la que le ha tocado currar.

Recuerdo que un día hace más de 20 años, cuando el poco uso de razón que tengo ahora, comenzaba a desarrollarse, acompañé a mi padre a recoger unas fotos. Cuando las sacó del sobre y empezó a revisar, su gesto se entristeció al comprobar que había una serie de instantáneas que no habían salido bien. Me puse de puntillas para conseguir ver las fotos que mi padre tenía en las manos y le habían puesto así, mientras escuchaba las explicaciones, que le daba a la señora de la tienda de fotografía: “Son fotos a la tele. Es que mi padre salía en una película que echaron el otro día e intenté sacarle fotos, pero no han salido, que pena”. Mi abuelo, además de ebanista, fue extra de cine y en esta película en cuestión, sale en una escena, incluso dice unas palabras. No teníamos vídeo y mi padre con gran ilusión quiso inmortalizar esa escena en su cámara de fotos, pero los reflejos y los brillos lo impidieron. No se veía nada.

Leer mas!

¡Cooorten! Se acabó la escena y la maquilladora corre a reforzar el colorete de la estrella, que amaneció con ojeras en un after; el galán venido a menos se enciende un cigarrillo; y la cámara de nuestra imaginación se aleja en un ejercicio de cine dentro del cine, como La noche americana, y entonces se ven los paisajes que hay detrás de la pantalla (sí, ese cabaret de entre guerras no tiene techo y los cubatas que son de atrezzo), y a los obreros del Dios de la película.

Me gustaría hacer más a menudo algún parrafillo oferente para todos aquellos profesionales del cine que tan duro curran sin ofrecer su cara ni apenas su nombre en pos de nuestros sueños. Hoy querría empezar a subsanar esta injusticia siquiera “una miaja” comenzando la sección “Currantes del cine”, y he elegido para ellos a Emilio Ruiz del Río, la persona que ha construido las mejores maquetas de nuestro cine y de parte de todo el orbe cinematográfico. Empezó con Florián Rey, en La aldea maldita y tras conocer a todos los directores patrios comenzó a dar saltitos por el mapa en los sesenta, participando en producciones como Rey de Reyes, Lawrence de Arabia, 55 días en Pekín, La caída del Imperio Romano, Doctor Zhivago o Patton. Cosas del cine también le encontramos en los títulos más traheros y para muchos de culto de nuestro cine como Supersonic man. En los ochenta trabaja mucho en la productora de De Laurentiis (Dune, Conan el destructor, Red Sonja…). En la actualidad sigue en activo y bien activo.

Emilio Ruiz es algo más que un director artístico, es un artista integral, un pintor que se gana la vida con esto del celuloide y más, porque además ha participado en muchas series míticas(Fortunata y Jacinta) y spots publicitarios (¿os acordáis de ese en el que muchas estrellas jugaban al fútbol en un monasterio para la birra El Águila?).

Este breve post tiene vocación de continuidad, quiere ser el primero de una serie de modestos homenajes a esos profesionales sin cara que nos hacen la vida más fácil durante hora y media