Últimamente apenas tomo fotos ni grabo videos, porque pierdo atención de lo que pasa en el ruedo, pero el otro día, en la corrida de Beneficencia cuando Morante se dirigía a hacerle un quite artístico al segundo de sus toros en la corrida de la Beneficencia era fácil prever que algo grande podría pasar, así que a grabar. Pasar pasó.

Este San Isidro sin duda tiene acento mexicano, la conmoción que causó El Payo con los bravísimos novillos de La Quinta todavía nos tiene los ojos como platos a más de uno, que sin darnos cuenta acabamos pidiendo ayer una chela y una buena enchilada en un bar de estilo andaluz. Así que hemos decidido indagar en lo que aun nos puede traer de bueno el país azteca y nos hemos interesado por Alejandro Corona, el jovencísimo novillero -tan sólo 16 años- al que conocimos el otro día en un tentadero y que a pesar de lo nuevo y joven que es, nos sorprendió por las mismas cualidades que hemos podido apreciar en El Payo, quietud, firmeza de pies y meridianas intenciones de hacer el toreo autentico.

Alejandro dice mirarse en los espejos de José Tomás y Sebastián Castella, por cierto es tal la admiración sentida por el francés que animó a sus padres a que llamarán Sebastián al más pequeño de sus hermanos.

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Fue en un pueblo sin mar, un sábado de agosto en el que el viento y la lluvia quiso por todos los medios impedirnos ver torear a Juan Ortiz. Pero este torero con la suerte de espaldas en los despachos ya no se deja arredrar por cosas fútiles como los vientos huracanados o que en el festival no se celebre sorteo y el único novillo feo del encierro, bastote, destartalado, el más grande, le hubiese sido asignado a él por “imperativo legal”.

Salió a la plaza y toda la rabia acumulada la dirigió en pelearse con el animal, que le busco con saña y le dio un puntazo en el muslo y diversos golpes por todo el cuerpo, pero al que pudo sacarle muy estimables derechazos y demostrarnos que puede haber un torero importante.

"Me preguntaís en qué momento medito sobre la muerte. La muerte la llevamos en la cara todos los toreros. Algunos la expresan de una forma determinada y yo la expreso con la sinceridad. Me preguntas en qué momento pienso en ella. Cuando apago la lamparilla de la mesa de noche, cuando me quedo solo. Pienso que un cuerno me va a arrancar el corazón, pero siempre respondo a la pesadilla con el ¿qué más da?. Soy torero y mi padre me metió el vicio en la sangre. Y mejor morir de una corná que en la M-30. Lo triste sería que no pudiese sacar a mi familia adelante".

Palabras de José Cubero "Yiyo", en Radio Nacional de España, después de su triunfo en San Isidro de 1983. Ese año cortó en Madrid 6 orejas y salió una vez por la Puerta Grande.

- Dos años después un toro le arrancó la vida en Colmenar Viejo -

Multitud de elogios están recayendo sobre la actuación de Perera con los Fuente Ymbro en Valencia. Parece que el hecho de haber nombrado a Fernando Cepeda como apoderado ha supuesto un guiño a la afición que hace que el torero extremeño “caiga” mejor.

Pero aquí uno, que estuvo presente en Valencia, quiere hacer ver cómo torea realmente, con sinceridad; su toreo tiene cualidades como son el mando, cierta ligazón…pero poco más. No es un torero al que puedas decir podría estar mejor o peor, más logrado o menos, es que se trata de un torero que apuesta por todas las trampas posibles en la técnica de lidiar como punto de partida.

Teniendo claro que hay que ser transigente con todos y cada uno de los toreros, sobre todo en función del enemigo que tenga delante, no hay indulgencia con Miguel Ángel Perera, al menos de momento, mientras siga apostando por el antitoreo.

Analizando las fotos que hice, se puede observar cómo abusa del pico, cómo se coloca siempre al hilo del pitón, “fuera de cacho”, cómo retrasa la pierna contraria hasta posiciones absurdas (que, eso sí, permiten la ligazón del muletazo, pero ojo, ¡qué muletazo más tramposo!), cómo no carga la suerte y por tanto los muletazos salen para afuera, sin rematarse en la cadera, por alto y por tanto sin ningún tipo de interés.

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El verano da tiempo para realizar muchas cosas que durante años quedan olvidadas, bien por escasez de lo primero, bien por dejadez absoluta y abandono del cuerpo a actividades más festivas y descansadas.
Entre las primeras hay que destacar el rebuscar en los altillos, descansillos y desvanes documentos o revistas que nunca se sabe cuándo fueron depositados o guardados allí, y cuyo descubrimiento llena de alborozo al más pintado. Como es el caso: la despedida de Dámaso Gómez del toreo en su plaza de siempre, Madrid.

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Respondía al nombre de "El Niño del sol naciente". Un apodo más que exótico para un diestro exótico por naturaleza: Atsuhiro Shimoyama. Un sueño de gloria que terminó de forma trágica.
Siempre han existido toreros de cuya procedencia recelan los entendidos. En algunas ocasiones, su arte o su valor les sirve para hacerse un hueco en los carteles. En otras, es la misma procedencia en sí la que crea el vínculo afectivo. Y eso fue lo que le ocurrió a Atsuhiro Shimoyama. 23 años tenía este joven de Tokio cuando vio en su ciudad "Sangre y arena".

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