Leo al premio nóbel de economía Paul Samuelson que la actual crisis de Wall Street va a significar un giro copernicano para el capitalismo mundial. Lo compara de hecho con la caída del muro de Berlín como acta de clausura de un periodo. Se habría acabado el capitalismo financiero.
Mucho se está hablando de la actual crisis como la peor jamás vivida, incluso peor que el crash del 29 o de la crisis de los hidrocarburos en los setenta. Cierto es que nos falta perspectiva y recorrido pero no tengo yo tan claro que estemos ante un cambio de modelo. Quizá de un aplazamiento más sí, pero ya estarán los de siempre para privatizar las ganancias cuando el ciclo revierta.
No parece casualidad que en la literatura sobre el tema se llame “Edad de oro del Capitalismo” (aproximadamente desde los cincuenta hasta finales de los setenta) al periodo que se corresponde con el mayor desarrollo del llamado Welfare State. Fue Roosevelt el que empleó la receta de Keynes para escalar la situación posterior a 1929, aunque también lo hicieron exitosamente Hitler o Mussolini. Era la manera. Desde los ochenta con la Unión Soviética viviendo sus últimos estertores y sin la necesidad de los máximos capitostes del capitalismo mundial de guardar las formas, con los Reagan o Thatcher a la cabeza, hemos vivido una escalada neoliberal, un nuevo prestigio de la mano invisible de Adam Smith.
¿La consecuencia? Un aumento vertiginoso de los beneficios empresariales y un progresivo encanijamiento de los presupuestos públicos dedicados a la protección social. Como los beneficios han subido de la manera que lo han hecho los salarios no lo han podido hacer al ritmo adecuado. El beneficio rápido ha venido además de la mano de mercados ficticios, esos que de vez en cuando explotan ante la pérdida de fe de sus concurrentes. Y ahora han concurrido varias de esas “burbujas”.
Durante la Época dorada del capitalismo lo que se consiguió en occidente fue un crecimiento de las clases medias, una inyección real de excedente en las familias que incentivaron el consumo. El camino que llevamos recorrido desde los primeros ochenta ha desembocado en una pauperización de la ciudadanía occidental ¿y quien gasta ahora? Porque los ricos siguen a lo suyo, los mercados del lujo no entienden de crisis, pero no son la solución para nada.
Quien me conozca pensará que me he vuelto loco hablando sobre posibles curas del capitalismo "¡con lo rojazo que tu has sido Luis"! Sigo sin creer que esta sea la mejor manera en la que los humanos podemos organizarnos en sociedad pero tampoco estoy muy seguro de que el "Cuanto peor mejor" nos lleve de momento a a ningún sitio. Los más débiles casi siempre se quedan en el camino. Y además se trata de analizar sobre un escenario tristemente real.
Por cierto recomiendo la lectura de este artículo de Vicenç Navarro, un expléndido análisis de la situación y un alegato por la vuelta a las polítias keynesianas como receta paliativa de nuestras dolencias de hoy y me temo que de mañana.
Bitácora de Eltránsito.