Es caradura y chuleta por igual. Alma torera y terno de cantante. La chulería española y el tic tan castizo de ‘aquí estoy yo’. En solitario en la actualidad, y antes con Gabinete Caligari, la ‘Sangre Española’ corre por sus venas. Jaime Urrutia ama tanto la música como los toros. Un coctel lleno de fuerza, de arte y, por encima de todo, de dignidad.
El toro, el torero, y una guitarra. Una mezcla que pocos han sabido entender de una manera tan perfecta como Jaime Urrutia. Y es que, en cierta manera, el músico es como el torero: de plaza en plaza, cosechando éxitos o fracasos según se dé la tarde, pero siempre con la dignidad por bandera. Incluso, puede presumir de haber colgado el cartel de ‘No hay billetes’ en la Plaza de las Ventas en 1991, junto a Gabinete Caligari. El grupo ha pasado a engrosar el parnaso del mito con el paso el tiempo. Los exitosos ochenta dejaron paso a un relativo descenso en los primeros noventa y al olvido de los segundos, para posteriormente extinguirse entre tinieblas de malas relaciones y enfrentamientos entre sus componentes, Ferni Presas, Edi Clavo y Jaime Urrutia.
El toro es el protagonista. Y el torero aquel que es capaz de expresarse con una muleta como Jaime Urrutia con una guitarra. Y de casta le viene al galgo. Su padre, Julio de Urrutia, pintaba crónicas taurinas, primero en el periódico “Madrid”, y posteriormente en la revista “Actualidad Española”. No es de extrañar que “en mi casa, los domingos, en vez de ir al cine había que ir a los toros. Nos ponían guapos, con la corbatita, y todos ‘palante’. Íbamos a ver a El Viti, a Paco Camino, a Ordóñez, a Bienvenida…”, recuerda Urrutia. Amplio bagaje, desde su primera corrida, “allá por el año 70 ó 71, cuando Paco Camino se encerró con seis toros en la corrida de la Beneficencia en las Ventas”, para saber y poder opinar sobre ellos. Y aunque a algunos no los vio torear (“La época de Manolete fue la de la aparición del fraude. Fue un torero grande pero con el toro más chico y mermado de todas las épocas. Su mayor grandeza fue morir en la plaza en las astas de un Miura”), sí ha visto lo suficiente como para sentenciar que “con José Tomás se acabó una época”.
El alma del torero siempre reluce, aunque sea con una guitarra entre las manos. “¿Qué te gustaría ser de mayor? Le preguntaron en una ocasión. Y él, sin pestañear, contestó clara y concisamente: Torero”. Por eso, el alma de torero le permitió y le permite ver a Belmonte caminar hacia la muerte con una pistola “Luger” en la mano; arrimarse con arte y valor a una chica en cualquier night club y citarla con el capote, asomándose al balcón de su escote, para marcarse un “Cha-cha-cha” con ella; o pedir a Dios que reparta suerte, que la sangre que corra por la plaza sea sólo la del toro, rendido y vencido, tras su mortal pelea con el torero. Sangre, la “Sangre Española”. Especialmente en una época en la que, como él mismo dice, ser aficionado es una suerte no muy bien vista. “Me gustan los toros”. Y punto.
Por cierto, una anécdota para terminar. Después de aquel concierto en Las Ventas de Gabinete Caligari en 1991, Jaime Urrutia recibió dos banderillas y una nota que decía: “Gracias por contribuir a la Fiesta”. ¿Algo más se puede añadir?
Acercando desde lo más taurino y añejo, la propia tienta, a los aspectos más vanguardistas y novedosos en los que intervenga el orbe taurino; cultura, tecnologia, información, personajes, clásicos, taurinos, plazas y sobre todo un protagonista, "El Toro"