Apocado ante la vida, con un playmóbil en un bolsillo de los pantalones cortos, y en el otro una bengala de S.O.S. Con el rostro salpicado de granos, el alma en titubeos y un continuo picor en la bragueta.

Con el alma pidiendo a gritos un sitio, un nombre, un destino, y las hormonas jugando a desestabilizar. Con la voz quebrada y cavernosa proveniente de una nuez que despuntaba. Con mil complejos asaeteando la autoestima, mil miedos, inseguridad y una única certeza, por compañera la soledad, la soledad del adolescente que nunca lo parece, que es una soledad diferente, la del que está acompañado pero está celebrando un rito que los demás ya pasaron y sobre el que no le pueden ayudar.

En ese camino turbio, dudoso y nubloso, sólo había un fijo en las apuestas, compañera soledad.

Demasiado pronto para tener amigos de esos que serían del alma, y demasiado tarde para no necesitarlos. Compañera soledad.

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Desconozco los entresijos del alma de Pedro G. Macías, el origen de los impulsos que propulsan su corazón. Apenas sé sobre aquello que le hace reír o lo que le enturbia el ánimo; lo que le motiva cada mañana para arrancarse de lejos y reunirse en el cite diario de la vida, probablemente a ciegas, sin saber si lo que espera es una muleta adelantada, plana, o un cite ventajista, traicionero, aprovechando el viaje.

De lo que sé de Pedro G. Macías, de mi superficial relación con él, ojo que no superflua, sí puedo dar fe de varias cosas, aunque no se si entre los “enfermos del toro” se puede disociar. Como “aficionao”, decir que con una gotita de ADN de este caballero, bien clonada, se podrían llenar de aficionados al menos doscientas plazas de toros. En ese momento la fiesta de toros sería integra, justa, ecuánime, romántica y sobre todo sería VERDAD.

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El domingo tres toreros, Fundi, Rafaelillo y Chaves, se las verán con una corrida seria y de las que gustan a los aficionados: la de Adolfo Martín. Estamos en el mes de octubre y TODAS las figuras actuales le han dado la espalda a un compromiso en Las Ventas, TODAS. Estos tres toreros están concluyendo una temporada más que digna y no necesitarían venir aquí cara al año que viene. La hoja de servicios (las ganaderías que han matado en el año) de los tres no tiene mácula; han matado lo que los demás, me refiero a los que se hacen ricos en esto, los mismos a los que regalamos orejas cachondas y puertas grandes de risa, no quieren ver ni en pintura.

A pesar de esto lo habitual es que el domingo los “aficionaos serios” salgan de la plaza diciendo lo de siempre: “se le ha ido sin torear”, “han estado muy por debajo de los toros”, “cómo va a ser figura con lo malo que es”. Y lo que es peor, querrán que toreen como Curro Romero y Rafael de Paula, que ésos sí sabían torear.

No quiero pedir que no se juzgue cabalmente la labor de estos toreros, que para eso les pagan, pero sí recordar a mis siete lectores que si no fuese por estos valientes que vienen a darlo todo, lo que sea que puedan dar, nos quedábamos sin ver a los Adolfos, a los Palha, a los Vctorinos, a los Cuadri, a los Cebada, a los Prieto de la Cal... Y eso ha de constar,porque lo que quieren los taurinos es el exterminio de los encastes que no se prestan a su fiesta devaluada. Y entonces la fiesta que tendríamos sería la que quieren los taurinos, no la que queremos nosotros. Pero, eso sí, sí estos toreros no sólo no ven recompensa en la lidia de estas ganaderías, económica y de respaldo del público sobre todo –que les merezca la pena hacer el esfuerzo-, acabarán rechazándolas también, y los perjudicados: nosotros.

P.D. Los tres contarán con mi ovación al romper el paseillo.