En los corrales de la Venta del Batán se encuentra a la espera de ser citados en Las Ventas un buen puñado de toros. Son los sobreros de la plaza de Madrid, ésa que antes daba corridas en verano los domingos –refugio espiritual de un puñado de buenos toreros- y ahora nos ofrece novilladas febles que antes también se daban (los viernes por la noche). Los empresarios venteños compran allá donde encuentran un saldo (hablamos de ganaderías que en su mayoría sólo lidian como sobreros en Madrid) estos animales que han de cumplir unos requisitos muy marcados:

- Han de ser de origen Domeq (esto es innegociable; no se sabe si los va a acabar lidiando Paquito Perlaza o el mismísimo Julián López).

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Ésta es la historia de un toro que se convirtió en habitual de Las Ventas. En dos ferias de San Isidro participó, ni más ni menos. Es una historia recopilada por los grandes aficionad@s del foro de toreoenredhondo Cota y Manoletina, y que yo sólo la pongo aquí, para compartirla con vosotros también.

"Milanés" de la ganadería de La Laguna, con el num 56 en los costillares y nacido en noviembre de 2000 fue sobrero durante la temporada de 2005 los días 15 de mayo, 21 de agosto, 9 de octubre y 12 de octubre (ese último día pesó 567 kg).
Reapareció en la temporada del 2006 el 6 de mayo con pesando 550 kg.
En este mismo ese también fue sobrero los días 7 y 10, habiendo aumentado de peso hasta los 570 kg.

Y tristemente sus andanzas venteñas terminaron el 3 de junio de 2006 en manos de Uceda Leal. No fue muy lucido el comportamiento de "Milanes" pero se lo perdonamos porque era uno de los nuestros, como el de la banda, como los acomodadores...

La tradición taurina del pueblo vasco se pierde en el origen de los tiempos, cuando el hombre y el toro comenzaban una relación que se extiende hasta la actualidad. Buena prueba de ello son las pinturas rupestres encontradas en las cuevas de Carranza y Kortezubi. Posteriormente, la imagen del toro estará ligada a las celebraciones de fiestas a comienzos del siglo XVI. Y, a partir del siglo XVII es notorio el desarrollo de la ganadería en las encartaciones occidentales de Orozco y Arratia. Mientras, queda como sello primigenio de esa relación el Betizu, una identidad propia dentro de la casta taurina.

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