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Desde Finlandia nos manda Rubén la crónica del concierto de los Fields Of The Nephilim en el festival Helldone.
Por fin se ha visto cumplido mi sueño y he podido ver en directo a mi
grupo favorito de siempre. Me hubiera gustado poder ver a la formación
original, pero no ha importado, los músicos que acompañaban a Carl
McCoy tocaron impresionantemente bien, quizás le dieron un toque más
duro del que le pudieran haber dado los miembros originales, pero de
verdad, fue espectacular la atmósfera que consiguieron crear y el resultado no pudo ser mejor
El 30 de Diciembre del 2007, a las 12h en punto empezaba a sonar "Shroud (Exordium)" entre humo y
luces azuladas, las siluetas de 4 músicos ataviados con sus sombreros
y guardapolvos nos dejaban claro que todo esto no era un sueño. El
sonido muy alto y claro creando una atmósfera oscura junto a los
teclados de esta maravillosa intro llena de samplers de voces y
lamentos. Trás tocar está canción de forma impecable, comenzaron con
"Straight to the Light", tema frenético donde los haya e interpretado
de una forma muy dura, en ese momento la gente comento a bailar de
forma desenfrenada y llegó el momento de ver al genio. Carl McCoy
apareció en escena como siempre, con sus gafas de sol, su sombrero, su
cazadora llena de polvo y esos mechones blancos que son su seña de
identidad.
-Crónica de Hache-
“En los cuentos de mis hijos Pinocho ya ni miente”. Mentir es malo y el mal debe ocultarse, arrojarse a lo más oscuro donde no sea visto. Esconde el mal y así podremos olvidar su existencia. Ese es el razonamiento que guía la actuación de la sociedad de hoy, una sociedad cobarde y pusilánime que provocaría risa si no fuese porque nos toca vivir en ella y sufrirla. Son pocos los que se atreven a alzar su voz y rebelarse contra tanta estupidez. Son pocos, y son condenados por su valentía a un escenario lejano perdido en una noche anónima. Son pocos pero están ahí.
“Ella baila en un bucle sin fin, no le hables de irse a dormir”. Dicen que la esperanza de vida es de ochenta años. ¿Cuántos de ellos son vividos de verdad? ¿Cuántos de ellos llevan en su interior momentos que los distinguen de otros? ¿Cuántos motivos hay para querer vivirlos todos? ¿Cuántas razones hay para bailar todos los compases? ¿Cuántas causas para no querer cerrar los ojos al caer el día? Pocas. Quizá ninguna, pero cuando estás rodeado de aquellos por los que darías la vida las buscarás hasta exhalar el último aliento.
-Crónica de Rubén-
Cuando me enteré que La Broma Negra habían vuelto, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Libvido, su primer trabajo fue el primer CD
que me compré allá por 1993, concretamente un mes de marzo. Desde
aquel entonces ha sido, sin duda alguna, uno de los álbumes que más he
escuchado. Temas como Adiós a los Lobos Rojos, María, La Hija del
Enterrador, Adicción, Amén o Bésame Dentro han soportado el paso del tiempo, convirtiéndose en unos verdaderos clásicos que tarde o
temprano siempre recuerdas y escuchas.
Ayer tuvimos la oportunidad de acudir a la presentación en directo de
su tercer álbum "Envenenador de Manzanas". El concierto simplemente
fue impresionante, el sonido perfecto, ni un acople, los instrumentos
sonando en perfecta harmonía, la voz, que se puede decir de la voz de Carlos, única, maravillosa, todo lo que se diga es poco.
Me gustó mucho el bajo, sonaba pero que muy muy bien, muy al estilo de The Cure en "Desintegration", dándole mucha profundidad al sonido y no limitándose a ser un mero acompañante.
-Crónica de Antonio-
Cuando escuché por vez primera el Livbido aun no sabía del sabor y del perfume íntimo de una mujer. Tampoco disfruté en aquellos tiempos de La Broma Negra encima de un escenario. Cuando descubrí el sexo, el amor ejecutado, ya sabía de él gracias al Livbido, sabía de la pasión, de los celos, de la locura, del amor imposible, de la lujuria, del odio, del deseo. Porque de eso tratan las preciosas preciosistas canciones de La Broma Negra, canciones una y mil veces escuchadas que me hicieron soñar, y sobre todo sentir. Pero eran canciones que no había vivido en concierto y eso las hacía de algún modo incompletas, ingratas, de alguna manera eran amantes que habían borrado mi teléfono de su agenda, dejando una marca de carmín indeleble y dolorosa, por visible.
Ayer, en el enclave cuasi mágico del Gruta 77, poder ver a La Broma Negra ir desgranando de forma tan fantástica los nuevos temas de Envenenador de Manzanas y algunos antiguos, como Adicción, Maria, Amen y Jesús ahora, hizo que me sintiese completado. Ahora puedo seguir experimentando en la vida, desde el maravilloso punto de partida de la primera vez.
El 2 de Noviembre en la Sala Macumba de Madrid asistimos a la definición de rock and roll personificada en cinco músicos sobre un escenario. Desde las 21:30 hasta casi las 11:30, Tesla dio un recital de cómo se toca, cómo se interpreta y cómo se conecta con un público que abarrotaba el local.
Cuando las luces se apagaron y un cañón iluminó a Frankie Hannon y su Gibson Flying V de la que empezaron a volar las notas rápidas de Cummin´ Atcha Live, llegó la primera y grata sorpresa que fue que el sonido de la sala era muy bueno. Al rubio guitarrista se le unió Dave Rude con su segunda guitarra para seguir desgranando la intro del tema, y a los pocos segundos, un grito de Jeff Keith hizo entrar a los señores Troy Luccketta a la batería y Brian Wheat al bajo. La noche había comenzado.
Con Cummin´ Atcha Live todos los presentes supimos que aquello iba a ser un concierto de verdad, de los de siempre, de los que afianzan la pasión por la música cualquiera que sea el estilo que a uno le gusta, pero más en el mundo del rock and roll, mundo en el que las estructuras de las canciones se ha simplificado mucho y en el que se echa de menos de vez en cuando a un virtuoso sobre un escenario.
12 de Octubre, Día del Pilar, Fiesta Nacional de España, un día que comenzó muy temprano y acabó muy tarde; un día que comenzó y acabó con independencia de las órdenes del reloj.
El 12 de Octubre de este año echó a andar hace ya siete meses y ha terminado hace unas pocas horas, con la última nota del último acorde de En los Brazos de la Fiebre desvaneciéndose en mis oídos. Con ese medio tiempo, uno de mis favoritos de su discografía, terminaba el concierto de Héroes del Silencio en Zaragoza, su ciudad natal.
Unas cuarenta mil personas abarrotaban el estadio de La Romareda esperando con paciencia al grupo maño. Enrique Búmbury, Pedro Andreu, Joaquín Cardiel, Juan Valdivia y el hermano de este último dándole a la guitarra rítmica, eran el motivo de que desde la estación de Atocha hasta la última calle anónima de la capital aragonesa nuestras caras mostrasen una sonrisa imborrable. Y no éramos los únicos porque dónde fuese que mirásemos había una camiseta o un collar con el símbolo de la banda, o un comentario que surcaba el aire con su nombre en él.
La noche del pasado jueves asistí a uno de los mejores conciertos que recuerdo en muchos años, el de los británicos Thunder en Madrid. El quinteto demostró qué es el rock and roll, y cómo debe ser una actuación en directo. Energía, fuerza, humor, empatía, conexión, son palabras que por sí solas no bastan para describir las dos horas de actuación del grupo.
El concierto abrió con (haz click sobre el título para escucharla), un auténtico himno, una de mis canciones favoritas, un tema perfecto para dar rienda suelta al espectáculo. Cuando el redoble de Harry James la anunció, no podía creérmelo. Cuando Luke Morley y Ben Matthews rasgaron su primer acorde, y Chris Childs pulsó su bajo, aún me mostraba un poco incrédulo. Cuando Danny Bowes arremetió con ese “Now I know you don´t love me, baby”, parpadeé varias veces, pisé con fuerza para sentir el suelo bajo mis sufridas zapatillas, alcé los brazos, y con una sonrisa de oreja a oreja me uní a él “You´re just trying to find a friend”.
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