Marwan es una persona que se dedica a expresarse por medio de sus canciones. Como todos los cantautores, me diréis. ¿Por qué lo digo de esa manera? Porque Marwan no es un cantautor como los cientos que buscan fortuna en los cafés de cualquier ciudad o como los que suben a escenarios con multitudes agolpadas a sus pies.

Y de multitudes sabe mucho este artista que acaba de regresar de su gira por México. Quince días presentando su segundo disco, Los Hijos de las Piedras, en los que ha actuado en algunas de las salas más importantes del país como la Cafebrería El Péndulo o el Café Albanta; quince días “inolvidables por el calor y el cariño de la gente, y por la repercusión que los conciertos han tenido” dice Marwan mientras se come un donut de azucar en una cafetería madrileña.

La gira mexicana, junto a su amigo y también cantautor Lucas, ha sido un ejemplo de tesón y dedicación, de “buscarse la vida desde aquí contactando con gente del lugar, músicos y promotores, y sobre todo, con fans que se movieron para hacernos huecos en sus salas de conciertos preferidas”.

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Y es que Marwan es un chico de barrio que busca su destino en vez de esperar que éste le busque a él y que prefiere “poner dinero de mi bolsillo e irme para allá con un colega en vez de ir solo y pagármelo todo con el dinero de los bolos”. Esa frase es una declaración de intenciones de una persona que un día aprendió a tocar la guitarra entre clase y clase en el INEF, que no lleva el pelo medio largo ni viste con chaquetas ni usa gafas ni suelta discursos sobre mariposas y arcos iris y paz en el mundo, más producto del marketing y de la necedad que de una mente sensata. En su discurso no hay mensajes bonitos y estereotipados de esos de “si nosotros queremos podemos cambiar el mundo” Él te dirá cómo se ve el mundo desde un barrio de clase media de una gran ciudad con sus virtudes y sus miserias. Él te habla con el tono y las palabras con las que hablas tú.

Su pose tampoco está marcada por esa bohemia comercial al uso en este mundillo y no tiene pelos en la lengua a la hora de criticar a los que “van de divos durante veinticuatro horas al día porque, es cierto que cuando estás sobre un escenario el ego se te dispara, pero hay que saber que cuando bajas de él y se te acerca alguien, esa persona es la que antes te ha puesto ahí arriba”. Es inevitable sentirte bien, el puto amo, pero al final, lo que quedan son las personas “y todos somos iguales; el que canta, el que pone las cervezas y el que corea tus temas que al día siguiente tendrá que ir a currar en una oficina tras soportar un atasco”.

Tampoco se calla a la hora de señalar a los empresarios sin escrúpulos que directamente intentan engañar a los artistas pagándoles menos de lo pactado. “Hay muchos dueños de bares que como te descuides, ni te pagan”. Esa crítica al intento de abuso por quienes dicen defender y promocionar el arte es una constante a lo largo de la conversación. “Por no hablar del trato personal”. Por fortuna, la mayoría de ellos “son gente honrada que te apoyan”.

Marwan lleva ya unos cuantos años en el circuito y sabe de lo que habla. “Ya no soy tan inocente” dice con una sonrisa para continuar “Y me tomo las cosas con más calma”. Habitual de salas míticas como Galileo Galilei, Libertad 8, el Búho Real o Clamores, reconoce que las críticas negativas “no gustan y quien te diga lo contrario, miente” pero que se aprende a aceptarlas como parte de la profesión y como estímulo para crecer y mejorar. Y mucho ha mejorado desde aquellos primeros días en los que afinaba su guitarra escuchando a Silvio y Serrat. “Después llegó Ismael Serrano y su Atrapados en Azul que cambió mi concepción de esta música” dice volviendo la vista atrás, hacia quien es hoy amigo suyo y compañero de batallas junto a Carlos Chaouen, Tontxu, César Rodríguez o Jorge Drexler. “Amigos y maestros porque son la caña” apunta.

“Aunque hoy escucho de todo porque hay que tener una perspectiva amplia de las cosas. Nunca sabes de dónde vas a sacar algo, aprender. Siempre hay sorpresas”. En la actualidad, junto a los antes mencionados, Marwan nombra a Iván Ferreiro (cantante de los Piratas), Diego Cantero o Luís Ramiro-“de los mejores letristas que conozco”-como artistas obligados en su reproductor de música, siempre al lado de libros; novela, poesía, cuentos… Félix Grande, Quim Monzó, Javier Cánaves, Millás…

¿De qué hablan las canciones de Marwan? De lo mismo que todas. De amores imposibles y amores correspondidos, de exámenes y chuletas y suspensos, de trabajos mal pagados, de borracheras con los amigos, de pajas a escondidas bajo las sábanas, de padres y madres y hermanos, de dictadores y genocidas. De lo mismo que todas porque al final, el mundo se reduce a cuatro cosas buenas y cuatro cosas malas que todos sentimos, experimentamos, escuchamos, leemos y decimos. ¿La diferencia con los cantautores que abarrotan la Fnac o el Corte Inglés? Que Marwan vive en un piso con sus padres, que sale los fines de semana con sus amigos, que viaja en metro y autobús, y eso hace que sea como tú y como yo. Disfrutemos de sus canciones ahora porque el tiempo todo lo cambia y no podemos saber cómo será mañana. En la Radio Blog os dejo uno de mis temas preferidos Meninos da Rua.