Quizá estemos hablando de una de las manifestaciones que más ampollas levanta entre los sectores antitaurinos en nuestro país, el toro de Coria (Cáceres). Sin embargo, dejando de lado su idoneidad o no, pues como bien decía Baltarsar Gracián "Pero en la monarquía de España, donde las provincias son muchas, las naciones diferentes,las lenguas varias (...) así como es menester gran capacidad para conservar, sí mucha para unir", nos disponemos a enfrentarnos al mito y su nacimiento; el toro queda difuminado por un origen que puede llevar a la sorpresa para quien no lo conozca...
Son habituales las imágenes del toro de Coria que, año tras año, escupen las televisiones a millones de personas. El animal es conducido por los cabestros hasta una de las puertas de la ciudad. Una vez dentro, con todas las puertas cerradas, son los mozos los que corriendo delante y detrás de él, lo llevan al toril. Posteriormente, se le saca por la ciudad por la noche. Sin embargo, lo anecdótico de este acontecimiento es su origen, en el que dos leyendas se dan la mano para crear el mito. Y siempre, San Juan, otra vez San Juan, con la noche del solsticio de verano como protagonista.
El toro de Coria se celebra la noche del 23 de junio en esta localidad cacereña, relativamente cercana a Plasencia. Cuenta la historia que, gracias a su ayuda en la lucha contra los infieles, Alfonso VII concedió a los habitantes de Coria en el siglo XII la celebración de este rito.
No obstante, una de las leyendas asegura que los primeros pobladores de estas tierras vieron beber en las orillas del Alagón a un animal con espaldas en la cabeza. Su extrañeza, y por qué no, también su curiosidad, les impulsó a acercarse a él para degollarle. Al intentar hacerlo con un puñal, comprobaron que era de bronce. De este modo, decidieron construirle una choza y adorarle. Con el tiempo, nuevos pobladores, de carácter hostil, llegaron a Coria, adueñándose por completo de todas las tierras. Al ver la figura del animal, decidieron sustituirla por una estatua de mármol, mofándose a continuación del animal de bronce. En ese momento, el dios de la fuerza y de la valentía despertó de su sueño, rompió su cascarón y procreó. Los extranjeros y los lugareños primerizos comenzaron a mezclarse y, al llegar el solsticio de verano, decidieron soltar a un hijo de los segundos por las calles de Coria, quien se tenía que defender de los ataques de todo tipo que se le venían encima como pudiere.
No obstante, la segunda leyenda es más mística si cabe. Comienza como acaba la primera; es decir, con la salida a las calles de un joven que tiene que defender su vida ante el acoso de los demás vecinos con cuchillos y puñales. Este joven era elegido por sorteo, de tal forma que cualquiera podía ser la victima cada año. Y fue lo que ocurrió. Un año la suerte recayó en el hijo de una dama adinerada. La mujer, al conocer la noticia, bramó de indefensión y de ira ante el mal que el destino había deparado a su hijo. El pesar iba creciendo en su corazón a la sazón que se acercaba la noche de San Juan. Entonces, azorada y angustiada por la hora de despedirse de su hijo, su único vástago, decidió lanzar un órdago a la población de Coria: en lugar de ser su hijo quien protagonizara la noche del solsticio, ofrecía un toro al pueblo como desaire por la vida de su hijo. La población vio con buenos ojos el cambio, siendo a partir de entonces el toro el que pasara a ser el centro principal del protagonismo en la noche de San Juan en Coria.
Acercando desde lo más taurino y añejo, la propia tienta, a los aspectos más vanguardistas y novedosos en los que intervenga el orbe taurino; cultura, tecnologia, información, personajes, clásicos, taurinos, plazas y sobre todo un protagonista, "El Toro"