El día que llegamos a Felicidad nos entendimos a la primera. Llevábamos discutiendo 1 año y todo quedó olvidado en el último desvío. Primero el silencio. Luego la estupefación. Luego la calma. Eran las 6 de la mañana y después de un viaje de de más de 2 años, la promesa de aquel lugar soñado se hacía realidad de forma simple y filtrada. Tony, Vergel, Ámber y yo habíamos terminado el viaje de nuestra vida.
"Felicidad es un pueblo tras una bruma", tal y como había dicho Cojo. Lo difícil es encontrar la bruma, luego sólo tenéis que cerrar los ojos y esperar una señal lumínica que os traspasará los párpados. Entonces recordé esas palabras, cerré los ojos y me salió institintivo un pisotón con la pierna del acelerador. Luego el coche prácticamente se paró solo, en medio de un brillo circundante de luces antiniebla.
Las luces guiaban caminos para movernos entre la niebla. Era la señal para seguir a pie.
Tony salió antes que yo y Vergel ocupó su espalda a continuación de bajar del coche. Se asomó por encima de su hombro y le dijo (tan bajo que tanto a Ámber como a mí nos asustó la posibilidad de haberlo oído) "cariño mío, ¿te das cuenta de qué fácil es ser feliz?".
Vergel y yo fuimos pareja tres años hasta que un día la abofeteé porque se había enamorado de mi mejor amigo. Ella pareció aliviada. Yo estaba tan enamorado que los pies se me hundían en el suelo y las manos en el aire petrificado.
Ahora, tras haber dicho Vergel esas palabras, tres años después, en este lugar tan insondable, volvía a tener la misma sensación. Sentía que volvía a amarla.
Un músculo rebotando en mi pecho como un bong (mi corazón), tan atropellado como dulcemente narcotizado, se deshacía en la vaporosa bruma por no aprehender el momento. El tiempo dejaba de ser horas, minutos, segundos. Se escapaba el razonamiento por un agujerito dimensional estrecho. Un fallo en las severas leyes de la condición humana. Un fallo de la física para benerficiarnos. Un pescado resbalando entre neuronas acuosas. Un truco para vivir de otra manera.
Miré a Ámber, mi novia desde hacía un año, la que me había hecho olvidar a Vergel, como si la hubiera traicionado. Pero mi amor por ella seguía en el mismo sitio, intacto, conviviendo con mi renacido amor por Vergel en perfecta armonía.
Me pregunté si ella podría sentir lo mismo por Tony, o Tony por ella, o Vergel por mí. La respuesta sería siempre positiva. El amor iba a ser nuestro medio de transporte en Felicidad.
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