Categoria: Artículos.

¿De verdad que sólo allí es posible esto?

Junio 11th, 2008
Almuezo Duane Hanson
Detalle de la obra en cuestión

Seguro que os ha pasado mil veces el conincidir en una exposición con un grupo guiado. A mi en ocasiones me ha gustado disfrutar de las explicaciones del guía de turno, ha enriquecido mi experiencia aportandome información sobre el autor o la obra que estoy viendo. En otras ocasiones sin embargo la misma circunstancia se me ha tornado desagradable por intrusiva. Uno va a ver una exposición tranquilamente y tiene que aguantar los gritos de un grupo que muchas veces se ha apuntado a la misma como quien se apunta a una excursión campestre, sin saber a que merendero toca viajar. Por no hablar de como los grupos acaparan los expositores y te echan de manera abusona de la vitrina que tratas de ver.

Ayer estuve viendo la exposición de Duane Hanson en la Fundación Canal. La verdad es que desconocía la obra de Hanson y consiguó interesarme. Se trata de esculturas en poliester a tamaño natural de personas corrientes y molientes, americanos del montón que podrían representar el sueño americano cuya mirada destruye dicha posibilidad. Es una obra cimentada en la contracultura americana, sobre la popularización del objeto artístico después de la postguerra. A mi me recordó mucho a cierto cómic underground, a American Splendor de Harvey Pekar concretamente.

Y sucedió. En el transcurso de mi visita a la exposición apareció una nutrida excursión de señoras mayores con un guía gritón al frente. Me echaron de varios de los expositores como era de esperar pero a cambio me enteré de algún detalle curioso como que las esculturas de Duane, que están vestidas con ropa real, son tan hiperrealistas bajo la misma como en las partes accesibles a la vista.

Ante una de las obras, una que representa a tres obreros de la construcción descansando después de haber dado buena cuenta de la comida, el guía dijo a las espectadoras que si bien la estampa podría a primera vista representar un grupo de cualquier país, fijándose un poco advertirían detalles que mostrarían la escena como inequívocamente americana: un paquete de Marlboro, una caja de pizza, una bolsa de doritos...

Esta afirmación que hasta hace pocos años podría ser cierta – qué era más carpetovetónico que un bocata y una litrona en una obra- se aparece ahora un tanto inocente. Cualquier buen observador (como los que abundan por cierto en las obras) sabe que ni la pizza “encajetada” es ajena a nuestros paisajes ni nuestras obras son ya dominio de hombretones nacidos en la piel de toro, fumadores de Bisonte y bebedores de vino en bota.

Cosas de la globalización que hace diversas las pieles y sin embargo homogeiniza.

Qué grande el Stipe

Marzo 26th, 2008

"Mi nombre es Michael Stipe y quiero hacer una declaración en nombre de R.E.M. Pero antes quisiera expresarle a cualquier dudoso que estoy aquí por mi propio y "contaminado" pie... uhm, estoy un poco nervioso por lo tanto voy a leer esto para evitar un malentendido: Peter Buck y Mike Mills anunciaron hoy, después de años de especulaciones, que ambos son heterosexuales o "rectos". Estoy feliz por mis compañeros de banda y felicito la honestidad y el coraje al hacer esta declaración. Estoy con ellos, como siempre, y estoy orgulloso de su fuerza de carácter en esta difícil y deliberada decisión que han tomado".

Intransigencia social necesaria

Marzo 14th, 2008

Esta tarde volviendo de trabajar en el metro he asistido a una escena que me ha hecho reflexionar sobre la apatía social en la que todos estamos sumergidos. En realidad el momento detonante no lo he visto, de repente he escuchado detrás de mí a una mujer increpando muy enojada a una chica quinceañera. Por lo visto la “niña” había dado un bofetón al chico con el que iba y la señora, muy enfadada le ha recriminado su acción, diciéndole que no se podía pegar a nadie, hombre o mujer, que reflexionara sobre las consecuencias que su acción podría tener si hubiera sido a la inversa y fuera el chico el que la hubiera pegado a ella. Ambas se han enzarzado en una discusión pública, en la que la adolescente esgrimía que no era quien para decirle lo que tenía que hacer y la señora seguía con su argumento acerca de que aquello era intolerable.

Creo que la señora ha quedado a nuestros ojos como una extravagante exagerada y la niña simplemente como una malcriada. Pensando en ello después, entre vayven del vagón y el ruido de mis tripas hambrientas, me he dado cuenta de que realmente la señora tenía razón, y que su actitud lejos de convertirla en una loca desaforada es la manera lógica en como todos deberíamos actuar. A menudo transigimos con actitudes que deberían ser socialmente intolerables porque solemos ser más precavidos y educados que los elementos más racistas, fascistas o indeseables de nuestro entorno. Todos tenemos ejemplos de cómo los más indeseables de nuestros lugares de trabajo acostumbran a ser los más atrevidos. Pues bien, creo que deberíamos ser mucho más intransigentes socialmente con este tipo de actitudes, afear públicamente a quien hace un comentario xenófobo o machista.

Recuerdo que algo parecido me comentó hace tiempo un buen amigo poniéndome de ejemplo un capítulo de la serie Sigue soñando. En el capítulo en cuestión Martin Tupper, el protagonista, está sentado en un restaurante con un tipo que no para de hacer chistes racistas. Martin se levanta y se va, explicándole que lo hace porque no quiere estar sentado con un racista de mierda. Creo que a todos nos falta levantarnos más a menudo de la mesa.

Los verdaderos moderados

Febrero 27th, 2008

Los hombres no hacen revoluciones para ser revolucionarios sino para poder ser –por fin- reformistas. Es decir, para alcanzar ese horizonte abierto -como el de un software libre- en el que se puedan introducir cambios a la medida de las necesidades de los ciudadanos, de acuerdo con su intervención consciente, en el marco pugnaz de las limitaciones tecnológicas y naturales. Al contrario de lo que pretende la propaganda, lo que caracteriza al capitalismo es que excluye y castiga las reformas; y si contra él hay que hacer la revolución es precisamente para poder ser moderados. Como en los cuentos infantiles, hace falta siempre una pequeña prohibición para liberar las voluntades y alcanzar la felicidad: respetar un árbol, negarse un alimento, mantener cerrada una habitación. El socialismo sólo impone un límite, sólo exige un mandamiento, y es mucho más modesto y realista que el precepto cristiano que nos invita a amarlo: “no te comerás a tu prójimo”. La paradoja del capitalismo es -al revés- la de que no prohíbe nada y, por lo tanto, lo encadena todo; no impone ningún límite y por eso mismo acaba sometiendo todas las voluntades a la libertad de la antropofagia, cuyo ejercicio mismo inhabilita, a fuerza de antipuritanismo, todas las otras libertades. El gran éxito propagandístico del capitalismo, y su solapamiento fraudulento con los valores ilustrados, tiene que ver con el hecho paradójico, en efecto, de que impone una feroz y criminal tiranía a fuerza de acumular libertades. Las constituciones llamadas “democráticas” de Europa y EEUU proclaman el derecho a la vivienda, a la salud, a la educación, al trabajo, a la libre expresión, a la vida, a la igualdad y a la seguridad -condiciones todas de la libertad individual-, y su incumplimiento material no es el resultado de una intervención anticonstitucional contra ellas sino justamente de la maximización de las libertades individuales. Para que todos estos derechos queden de hecho anulados sin necesidad de desmentidos ni interdicciones es suficiente con añadir un derecho más y dejar que se imponga por sí solo: el derecho a comer hombres. Basta con liberar y liberar y liberar para que todo quede definitivamente atado, cerrado, imposibilitado; y basta -al contrario- con prohibir una sola cosa para que se abra de pronto un umbral
donde la voluntad puede decidir -para bien y para mal- sobre todo lo demás.

Sigue en Variaciones sobre el Socialismo, de Santiago Alba-Rico

Días extraños, preguntas tontas

Febrero 7th, 2008

He estado revisando Días extraños, la película que Kathryn Bigelow dirigiera en 1995 sobre historia y guión de James Cameron. Por si no la habéis visto o no la recordáis se trata de una distopía ambientada en el cambio de milenio (otra que se quedó vieja), el mundo es sólo un poco más caótico y Lenny, un ex poli de antivicio, se gana la vida traficando con una sugerente tecnología clandestina que mediante un casco es capaz de reproducir a través de nuestros sentidos vivencias ajenas o propias grabadas con anterioridad. La película, en la mejor tradición cyberpunk (rezuma William Gibson por cada pico de celulide) utiliza una trama policiaca como armazón. El reparto es sensacional también: están Ralph Fiennes, Juliette Lewis, Angela Bassett, Tom Sizemore, y Vincent D'Onofrio.

Realmente hay que admitir que en la historia hay demasiados perpuntes mal dados: Días extraños no llega a ser una gran película (quizá ni siquiera una buena película cuando dobla la esquina del final de metraje) pero a mi me encanta. Me gusta su atmósfera de futurismo “presentista”, su desprejuiciada moral, su vouyerismo conceptual…y me encanta la idea de poder “drogarse” con vivencias ajenas ¿no querríais estar en la piel de vuestra pareja al menos en una ocasión? Y sí, justo en ese momento.

Pero me seduce también la contraindicación de una posible vida escapista, de hecho el protagonista (Fiennes) se pasa la película enganchado a discos que le hacen revivir momentos encantadores de una Juliette Lewis que ya no es la mujer de su vida que fue. (al menos no para él), y sin darse cuenta por cierto de que tiene corriendo a su lado loquita por sus huesos por todo Los Ángeles a una de las Ángelas Bassett más guapas de cuantas he visto nunca. Y mira que hay Ángelelas Basset guapas…

¿Tiene todo lo bueno un lado peligroso? ¿Es ello algo necesariamente negativo? Ni puta idea.

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