- Un café, con leche por favor.
- ¿En taza o en vaso?
- En vaso, gracias.
- Marchando.
Volvió con mi café.
- Un café con leche -confirmó. -Perdone, ¿ha visto usted a la chica que acaba de salir?, la morena.
- No, no me he fijado.
Me miró unos segundos más. No se daba por satisfecho.
Me acompañó un libro de edición minúscula. Uno de esos que han sacado las editoriales para vencer la desidia del lector español. Con muy pocas palabras, todas de caja grande, hiladas en renglones decaídos y con grandes entradas en los ojos de las aes, y salidas en los de las oes. Había poco más.
Tenía un cigarrillo casi del todo consumido en un cenicero cuyo material imitaba al acero. Y café, una taza enorme de café que rellenería una y otra vez durante las siguientes 72 horas. Yo era un centinela. Me convertí en uno de los mejores.
Cuentos y Descuentos.