Detalles del post: ORFEO Y EURÍDICE ::: enviado por Martínez Marcos

ORFEO Y EURÍDICE ::: enviado por Martínez Marcos

Agosto 27th, 2006

Euridice esperaba con calma y desgana la fiesta de la noche. Sus amigas habían preparado el festejo y aunque realmente no le veía sentido ni le apetecía en demasía, no quería desagradarlas, eran sus compañeras de siempre, las conocía desde la infancia. Y quería compartir con ellas la dicha de su futuro matrimonio con Orfeo.

Recordaba con nostalgia el momento en que conoció a Orfeo, era un joven que no agradó a su entorno, desaliñado en el vestir y de laxas costumbres, le consideraron frívolo y despreocupado, no había conseguido terminar sus estudios universitarios y se pasaba todo el día con su guitarra eléctrica de un lado para otro. Las más de las veces tocando en el metro o jardines y otras en algún pub de un amigo, que le invitaba a las copas y poco más.

[Mas:]

Pero después de varios años de novios, la ansiada estabilidad económica llegó a la pareja, y pudieron prometerse para casarse. Orfeo había conseguido alcanzar su sueño, y se había convertido en un músico profesional, acompañaba a una muchacha de voz y corazón dubitativo, que acababa de salir de Operación Triunfo, en su gira de conciertos donde presentaba su reciente disco.

Eso era lo que realmente le importaba a Euridice, su futura vida con su enamorado, había sentido apasionadamente su relación con Orfeo y ahora por fin les llegaba lo que ansiaban, una vida futura en común. La fiesta de la noche, su despedida de soltera, quedaba en un segundo plano, pero había de acudir por respeto a sus amigas.

Quedaron las jóvenes en un lugar habitual, de donde saldrían a un restaurante que habían reservado para la ocasión. Después de una cena divertida y algo pasada de alcohol las chicas decidieron ir a bailar a una discoteca cercana donde solían acudir cuando todavía no tenían pareja.

La noche en la discoteca pasó fugazmente y poco a poco se fueron marchando, quedando solamente la propia novia y su amiga más cercana. Fue en ese momento, cuando las jóvenes charlaban tranquilamente en una zona de sofás, cuando Euridice reconoció entre la gente a Aristeo, quien fuera antiguo novio suyo hasta que conoció a Orfeo.

Aristeo no perdió tiempo y se dirigió prontamente a su antigua novia, estuvieron hablando y el tiempo pasó velozmente, quedando la antigua pareja prácticamente a solas en el local.
Aristeo, que no había dejado de desear a Euridice, se apañó para lucir todo lo posible sus cualidades, se ofreció como un tipo educado, simpático, con un trabajo estable en un banco muy importante y con deseos de sentar la cabeza y fundar una familia al uso tradicional, a Euridice todo esto le sonó alejado de la personalidad de Orfeo, su antagonista, quien apenas pasaba dos semanas en la misma ciudad, siempre de concierto en concierto y quien no se planteaba la paternidad ni en general nada que no fuese previsible en un corto plazo, muy corto, a lo sumo dos semanas.

Sin saber como Euridice acabó en el coche de Aristeo que le ofreció a llevarle a su casa y sin saber como, acabó besando los labios que ya conocía de su antiguo amante, intentando inhalar, intentando desear a una persona más acorde con su forma de entender el futuro.

Esta infidelidad con la fecha de la boda tan próxima hizo que Euridice se sumiera en un mar de dudas. Fue tal su tormento que no pudo sino confesar a Orfeo su traición, en busca del consuelo y el perdón, pues era a él a quien amaba.

Orfeo con la misma contundencia que aplicaba a los trastes de su guitarra, visceral y apasionado, negó el perdón a la ofensora, más, sepultó su relación para siempre, espetándola que no quería volverla a ver jamás en su vida. Y desechando cualquier pensamiento racional, suspendió el enlace y borró de su memoria la cara de Euridice.

Euridice lloró y lloró durante largos ratos, durante horas que se hicieron eternas, durante un día entero, lloró y no encontró consuelo, lloró y vio perdida su vida, decidió que ya no la quería más. Para qué vivir si lo que le da sentido lo has perdido. Tomó todos los frascos de pastillas que encontró en el armario de su madre y las engulló con voracidad, la autopsia diagnosticó una muerte prácticamente instantánea, sin dolor.

La noticia de la muerte de su prometida llegó rauda a Orfeo, fue tal el dolor por su perdida que olvidó su comportamiento pasado, la ira dejó paso al dolor, el resentimiento a la calma y el sosiego, ¡Euridice!, pensó, con la sabiduría que da el tiempo y la distancia te hubiese perdonado y hubiésemos vuelto a ser pareja, Euridice, te amo. En ese momento se dio cuenta de que pese a recuperar sus sentimientos hacía Euridice había olvidado su rostro…tampoco podía soportar el dolor.

Siguió el destino de su amada se abalanzó sobre una caja de barbitúricos que tragó con desesperación.

Orfeo, no murió, coma profundo dijeron los doctores.

En su vida corpórea Orfeo vegetaba en una camilla de un hospital, pero en la otra realidad había despertado, se encontraba en una oscura ribera de un río, portaba su guitarra, en esta ocasión la acústica que tanto le gustaba y se encontraba rodeado de una multitud atribulada.

En seguida le explicaron, se encontraba en el río Aqueronte, y debía juntar tres euros si quería que el barquero un tal Caronte le alcanzase hasta la otra orilla, donde descansaban los que habían llegado a la paz eterna, los muertos.

Allí se reuniría con Euridice¡. El destino les daba otra oportunidad. Miró en sus bolsillos y encontró dinero de sobra, se aprestó a ponerse en la cola que hacían los que podían pagar la barca.

Llegó su turno y se disponía a subir a la barca cuando Caronte, un viejo desagradable y zafio le gritó: ¿Cuántas veces tengo que decir que no puedo subir a los que todavía están vivos en la barca?, atajo de idiotas, ¡en el inframundo no hay cabida para los vivos¡.

Orfeo no estaba dispuesto a que un viejo loco le impidiese juntarse con su amada, y recurrió a lo que mejor sabía hacer, tocar su guitarra, “viejo”, le dijo, “podíamos pasar por alto ese requisito que no es sino cuestión de tiempo y a cambio te obsequiaré con la música que desees escuchar”.
Caronte que llevaba siglos deambulando de un lado a otro de la ribera, sin haber escuchado otra cosa que los lamentos de los difuntos, accedió deseoso a agraciar sus oídos con las bellas melodías que de la guitarra de Orfeo salían.

El trato se cerró y Orfeo alcanzó la orilla, pero nunca esperó que sus dificultades fuesen en aumento. Allí se encontró con una animal sobrenatural, un perro de tres cabezas y cola de serpiente que lanzaba dentelladas al aire. Cerbero era su nombre, y sólo furia y odio mostraban sus garras y colmillos, Cerbero gruñó y aunque no atacó a Orfeo le mantenía lo suficientemente alejado para que este no pudiese traspasar el umbral de la puerta del inframundo.

Orfeo volvió a probar suerte, buscando amparo en el estupido axioma de que la música amansa a las fieras, emprendió la tonada más dulce y armoniosa que pudo tocar, las notas envolvieron en sueños al can, que cayó languideciente sobre el suelo, cerrando todos los ojos de sus tres cabezas.

Por fin pudo entrar en el territorio de los muertos, por fin se reuniría con Euridice y podría llevársela de vuelta al mundo de los vivos.
Pero el destino le preparaba aún un último encuentro, a su paso salió un Dios, un Dios afable y cercano, el Dios Hades, Rey del infierno, como Todopoderoso, Hades ya conocía la historia de Orfeo y Euridice y sabía de los propósitos del guitarrista, a los cuales iba a acceder…pero con una condición.

El dialogo entre Hades y Orfeo fue fluido, la condición impuesta por el Dios para que Orfeo pudiera llevarse de allí a Euridice escueta y sencilla, Orfeo no podía mirarla a la cara hasta que abandonasen definitivamente el inframundo, de otra manera Euridice permanecería allí para siempre, el resto de la eternidad.

Orfeo aceptó jubiloso y al recibir con su mano la mano de Euridice, un escalofrió de alegría embargó su cuerpo, la mantuvo a su espalda para no cruzar su mirada y emprendió el camino de vuelta.

Corriendo a toda velocidad Orfeo fue atravesando las puertas del inframundo y cuando se vislumbraba la última, fue sobrecogido por un sentimiento desgarrador, los dardos del resentimiento y el dolor por la infidelidad volvieron a su mente, a ello se le sumó que había borrado de su memoria la faz de Euridice, no recordaba su rostro.

Su cerebro se envolvió en una tormenta de locura transitoria, e inconscientemente no pudo negarse a girar y mirar el rostro de la amada, el rostro de la traición, el rostro que había olvidado.

Al mirar a Euridice, esta se convirtió en sombra, en nube negra que desapareció, se había violado la condición impuesta por el Dios Hades.

Orfeo despertó del coma en el hospital y deseó estar muerto, porque sabía que ya nunca recuperaría a su amada Euridice.

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Comentario de: Rosa [Miembro] Email · https://paspespuyas.com/comunidad/index.php/macondo
Muy bueno!, la adaptación del mito al principio es genial, la parte del infierno ya me suena más a la historia que recordaba de las clases de griego. Me ha gustado mucho el relato. Besos
PermalinkPermalink 27.08.06 @ 18:57
Comentario de: isabelbarcelo [Visitante] Email · http://mujeresderoma.blogspot.com
Resulta estimulante hablar de los mitos y recuperarlos para la actualidad. Son más necesarios de lo que la gente cree. Te felicito por la idea y la realización. Saludos cordiales.

PermalinkPermalink 05.09.06 @ 18:02
Comentario de: hola [Visitante]
ehm viste los caballeros del zodiaco?... le cambiaste un par de cosas a la historia y piensas que has creado algo maravilloso.... no has creado nada!!! ...haz algo por ti mismo un poco menos acefalo (discoteque.. operacion triunfo) bueno creo que tendrias cabida junto a floribella no? nada nuevo bajo el sol.. solo acreditarse la genialidad de otro -_-
PermalinkPermalink 07.12.06 @ 21:39

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